Bueno, aquí les dejo un clásico de los blogs de Beto, para q recuerden y rían un rato, el texto está tal y como fue publicado la primera vez...
15 de marzo de 2005
El siguiente es el relato a Martín, un amigo mío, sobre cómo sufrí un accidente en la escuela la tarde del jueves 3 de marzo del presente. Se ha respetado el texto como fue expresado originalmente, pero la única modificación es la eliminación de las torpes interrupciones de Martín, aunque fue él quien me alentó a publicarlo en este espacio. Estos son los hechos:
Era una bella tarde. El sol ardía un poco más de lo normal, por lo que hacía un poco de calor. Entonces unos compañeros míos y yo (es decir, Pato, Gil, Mega y Paco), decidimos ir a jugar una "cascarilla" de balompié.
A una media hora de juego, se nos unió el buen amigo Báez, y después llegó el buen Arturo, pero él parecía algo raro, pues sólo fue a retozar un poco al lado de la portería. Además, traía consigo una florcilla colocada específicamente en la parte superior de su lóbulo auditivo, la cual sólo apartaba de ese lugar para percibir sus seguramente agradables olores.
En esta situación estábamos cuando, de forma común, saqué el balón con un fuerte puntapié, pues yo estaba jugando en la posición del guardameta, pero yo suelo hacer unos saques inusuales, que son en una dirección casi perpendicular al suelo, pues el balón se eleva a una altura aproximada de cuatro metros con un desplazamiento de forma horizontal de unos cinco metros, formando así una parábola. Entonces recibió la pelota Mega, quien junto con su compañero Pato y sus contrincantes Paco, Gil y Báez, hicieron unas cuantas jugadas. Entonces Mega le pasó el balón a Pato con una técnica excelsa que me dejó perplejo. En ese momento, Pato se dispuso a dar un fuerte puntapié al balón, y se lo dio, por lo que el balón salió disparado con una fuerza de 2000000 newtons, a una velocidad de 250 km/h y a una potencia de 30 caballos de fuerza. Pero ese tiro también fue excepcional, pues tenía una trayectoria dirigida hacia un específico punto de mi persona. Sí, sé lo que estás pensando y estás acertado. El balón iba directamente hacia mis gónadas, es decir, hacia mis testículos.
Yo aún no acertaba a reaccionar del pase extraordinario de Mega, así que no pude hacer nada en el momento de recibir aquel potente golpe propinado por el balón. El dolor fue inmenso. Incluso podría calificarlo como anestésico. Sentí como los impulsos nerviosos viajaban mediante señales eléctricas hacia el cerebro, y de éste de vuelta hacia el punto de donde fueron enviadas, pero no llegaban hasta ahí, no, se quedaban en la parte inferior de mi vientre. Me quedé recostado durante cinco largos minutos. Pero además del dolor, el golpe ocasionó que mis funciones biológicas habituales se aceleraran, sintiendo así unas desbordantes ganas de ir al sanitario a expulsar la orina hasta ese momento acumulada.
Entonces mis compañeros hicieron que sintiera un miedo muy intenso, pues me dijeron que era posible que orinara sangre. Con este miedo me dirigí hacia el tocador, específicamente hacia un retrete. Coloqué mis posaderas en él, y esperé ansiosamente, pero con temor, a que ese líquido amarillo saliera de mis entrañas, con la esperanza de que no estuviera mezclado con mi propia sangre. Por fin, salió, y vi con sorpresa y excitación, además de una gran felicidad, que mi orina estaba de un brillante color amarillo habitual...
15 de marzo de 2005
El siguiente es el relato a Martín, un amigo mío, sobre cómo sufrí un accidente en la escuela la tarde del jueves 3 de marzo del presente. Se ha respetado el texto como fue expresado originalmente, pero la única modificación es la eliminación de las torpes interrupciones de Martín, aunque fue él quien me alentó a publicarlo en este espacio. Estos son los hechos:
Era una bella tarde. El sol ardía un poco más de lo normal, por lo que hacía un poco de calor. Entonces unos compañeros míos y yo (es decir, Pato, Gil, Mega y Paco), decidimos ir a jugar una "cascarilla" de balompié.
A una media hora de juego, se nos unió el buen amigo Báez, y después llegó el buen Arturo, pero él parecía algo raro, pues sólo fue a retozar un poco al lado de la portería. Además, traía consigo una florcilla colocada específicamente en la parte superior de su lóbulo auditivo, la cual sólo apartaba de ese lugar para percibir sus seguramente agradables olores.
En esta situación estábamos cuando, de forma común, saqué el balón con un fuerte puntapié, pues yo estaba jugando en la posición del guardameta, pero yo suelo hacer unos saques inusuales, que son en una dirección casi perpendicular al suelo, pues el balón se eleva a una altura aproximada de cuatro metros con un desplazamiento de forma horizontal de unos cinco metros, formando así una parábola. Entonces recibió la pelota Mega, quien junto con su compañero Pato y sus contrincantes Paco, Gil y Báez, hicieron unas cuantas jugadas. Entonces Mega le pasó el balón a Pato con una técnica excelsa que me dejó perplejo. En ese momento, Pato se dispuso a dar un fuerte puntapié al balón, y se lo dio, por lo que el balón salió disparado con una fuerza de 2000000 newtons, a una velocidad de 250 km/h y a una potencia de 30 caballos de fuerza. Pero ese tiro también fue excepcional, pues tenía una trayectoria dirigida hacia un específico punto de mi persona. Sí, sé lo que estás pensando y estás acertado. El balón iba directamente hacia mis gónadas, es decir, hacia mis testículos.
Yo aún no acertaba a reaccionar del pase extraordinario de Mega, así que no pude hacer nada en el momento de recibir aquel potente golpe propinado por el balón. El dolor fue inmenso. Incluso podría calificarlo como anestésico. Sentí como los impulsos nerviosos viajaban mediante señales eléctricas hacia el cerebro, y de éste de vuelta hacia el punto de donde fueron enviadas, pero no llegaban hasta ahí, no, se quedaban en la parte inferior de mi vientre. Me quedé recostado durante cinco largos minutos. Pero además del dolor, el golpe ocasionó que mis funciones biológicas habituales se aceleraran, sintiendo así unas desbordantes ganas de ir al sanitario a expulsar la orina hasta ese momento acumulada.
Entonces mis compañeros hicieron que sintiera un miedo muy intenso, pues me dijeron que era posible que orinara sangre. Con este miedo me dirigí hacia el tocador, específicamente hacia un retrete. Coloqué mis posaderas en él, y esperé ansiosamente, pero con temor, a que ese líquido amarillo saliera de mis entrañas, con la esperanza de que no estuviera mezclado con mi propia sangre. Por fin, salió, y vi con sorpresa y excitación, además de una gran felicidad, que mi orina estaba de un brillante color amarillo habitual...
5 Responses to “Recordando un clásico: Relato de un hinchazón”
Jajaja, yo mismo lo acabo de leer de nuevo y no puedo parar de reir jajaja...
JAJAJAJA que pedo? como el fundador del blog se comenta a si mismo jajaja no mames amiguito, el delirio te atrapo y quizá piensas que este blog es de tu alter ego o algo....tun tun tun
.....otra vez borracho verdad? jaja como te comentas a ti mismo jajaja me dio más risa que tu entrada jajajaj no es cierto el recordar tu miedo al orinar no tiene comparación jajajaj
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