Éste no pretende ser un manifiesto de lo único que soy, ya que soy resultado de toda la historia de la humanidad hasta el momento mismo en que mis dedos golpean las teclas para escribir que mis dedos golpean las teclas. No pretendo simpatía ni antipatía. Intento determinarme y afirmarme en esa eterna necesidad de ser uno y no ser yo a distintos tiempos, la inútil necesidad de descubrir quién soy para sólo darme cuenta de que mañana seré otro completamente. Yo soy yo y mis circunstancias cambiantes en cada parpadeo. Yo soy y nada más. Soy, luego existo, y nada está fuera de mí. Soy un lobo para el hombre y soy el Hombre.
El Hombre no está condenado a ser libre: su corporeidad mortal lo limita en sus decisiones y lo imposibilita para cambiar su entorno. El ser humano tiene necesidades básicas, ergo, es imperfecto a pesar de poseer el más alto grado de perfección biológica. El Hombre no está condenado a ser libre: su entorno sociocultural lo limita a formarse de una manera única, pero incompleta, luego, imperfecta; para ser libre tendría que poseerse la totalidad de las posibilidades de vida existentes para un ser humano hasta este momento de la Historia, para así poder escoger la que más le plazca y llevarla a cabo a pesar de las limitantes socioculturales que se le presenten. El Hombre no está condenado a ser libre: es tetradimensional, y es sobre todo la cuarta dimensión, el tiempo, el que lo limita a tomar decisiones en un momento y no en otro, y lo limita a la duración de una vida. El Hombre no está condenado a ser libre: se ve limitado por sus propias pasiones y deseos. Son pasiones y deseos los que han hecho que el hombre someta a su semejante. El Hombre no está condenado a ser libre: es el Hombre el que limita la libertad de sus semejantes. El Hombre no está condenado a ser libre: su entorno económico-social lo limita a vivir una vida cuyas pautas han sido dictadas por un semejante que tuvo pasiones y deseos, que quería asegurar la integridad de su corporeidad mortal por encima de la de los demás porque no hay tiempo suficiente para lograrlo de otra manera, y para eso ha limitado cultural, económica, social y políticamente a sus semejantes.
Yo soy uno de esos hombres que ha quedado en medio de todo. Muy rico para ser pobre y muy pobre para ser rico. Alguna vez sentí culpa de ser quien soy, y luego descubrí que el Hombre no sentía culpa de ser quien es, y no debe sentirla: Yo soy yo y mis circunstancias. He ahí otra limitante: nací clasemediero y no tuve elección. ¿Debería sentirme culpable porque mi padre ha ganado con su trabajo el dinero necesario para vestirme de cierta manera y darme cierta educación y que de todas esas limitantes tan humanas haya resultado el yo actual? ¿Debería sentirme culpable porque me gusta la ropa o la música o productos que un descomunal número de gente no puede adquirir? ¿Debo sentirme culpable por cada pedazo de comida que me llevo a la boca sabiendo que hay millones de personas que mueren de hambre justo en el momento en que yo saboreo un alimento por demás fuera de lo básico al incluir en su producción desde accesorios de cocina, gas, refrigeración, condimentación, y sobre todo, una elección basada en mi gusto y no en mi necesidad? Mi respuesta es no. No debo sentirme culpable por ser yo y mis circunstancias que no elegí.
Soy tan limitado y condenado a no ser libre como los demás, y aislado dentro de toda la mierda que es la humanidad. Es inútil aislarse, la mierda está en la esencia. Uno puede intentarlo, alejarse y observar a la distancia con la peste y la náusea escapándosele por los poros. Porque uno no puede aspirar a la libertad apestando a humano. El Hombre está condenado a creer que puede ser libre, aun a pesar de que en su esencia nunca ha existido un concepto como la libertad. El Hombre se tragó las mentiras piadosas que el pueblo francés inventó para darse un poco de alivio ante circunstancias que lo ameritaban. Libertad, igualdad y fraternidad son una bella ilusión basada en el deber ser y nacida de un mito tan escatológico como el oscurantismo religioso.
El Hombre, sin embargo, está condenado a ser. Todas las limitantes que lo imposibilitan para ser libre lo obligan a ser de una manera y no de otra. Uno puede analizarse a sí mismo como parte y como todo. Y me doy cuenta que dentro de mis limitaciones soy capaz de todo, de las cosas más grandiosas y las más insignificantes, que puedo ayudar a mis semejantes o puedo destruirlos en cualquier sentido, que puedo ser quien yo quiera ser, y sin embargo, nunca dejaré de ser yo, porque mis posibilidades de ser son yos secundarios cuya probabilidad de convertirse en yo es baja. Únicamente el loco puede ser libre, porque es quien quiera ser a la hora que lo desea y nada se lo impide.
El Hombre está condenado a ser, pero no a hacer, y he ahí el verdadero problema, cuya solución está en sí mismo. La decisión de hacer algo por los demás sin dejar de ser yo es fundamental. ¿Acaso debo cambiar mi manera de vestir, la música que escucho o el licor que bebo? ¿Debo fumar o tomar café, o no hacerlo, o dejar lo que me hace feliz para ayudar a los demás a encontrar la felicidad? La respuesta nuevamente es no. No tengo que cambiar mis gustos, parte fundamental de mi ser, para ayudar a los demás en sus problemas. Mis gustos como mis acciones me definen, pero éstos emanan de mi ser, son proyecciones de lo que soy.
Yo soy yo, soy el Hombre, soy Humano. No soy mexicano ni estadounidense, no soy católico ni judío, ni panista ni priísta ni obradorista. No soy estático y puedo cambiar de ser y parecer y de pensar en cualquier momento. Soy incongruente, el Hombre lo es. La única libertad que tengo, tan limitada como es, es de ser en un momento lo que quiera y pueda ser. La única sensación de libertad completa y total a la que puedo aspirar, ilusoria, sin embargo, es la muerte, porque en la muerte nada más importa, es el no ser, y cualquier consideración al respecto sale sobrando.
Yo soy yo y no soy lo que no soy, y lo más seguro es que no me dé cuenta cuando el sentido de esos términos se invierta.