Nunca rompan un espejo, se los digo por experiencia...
El pasado martes me desperté medio raro, pero pues así me despierto siempre, así que no le di mucha importancia y me preparé para ir al gimnasio. Me tardé de más escogiendo una playera que no me importara sudar, comí un cereal y me fui.
Nunca me he sentido a gusto en los gimnasios; son como una secundaria gringa: Están los populares, los tetos, los de bajo perfil, los nerds, las chicas lindas y los wannabes. Los populares son los instructores y la gente que los rodea. Viven para ejercitarse, por lo que tienen cuerpos de streeper de bar barato, y están todo el día en el gimasio "pasándola bien". Los tetos son los primerizos que se la pasan detrás de los instructores preguntándoles cada ejercicio que deben realizar, y se sienten vulnerables por saberse inexpertos (hey! yo fui teto!). Los de bajo perfil son los que llegan, hacen su rutina y se van, todo sin establecer ningún tipo de contacto social. Los nerds son los avanzados, los que de verdad se interesan por ejercitarse y lucir bien, pero sin llegar a ser popular; sólo establecen relación con otros nerds o acompañantes, igual que el popular sólo establece relación con otros pupulares. Las chicas lindas no necesitan descripción, sólo son chicas lindas, y está bien que lo sean. Los wannabes son el grupo más grande. Ahí se encuentran las señoras que van a los aeróbicos, los tetos en esencia pero que no piden ayuda al instructor, sino que se sienten sus iguales, entre otros bichos raros de gimnasio. Yo elegí ser de bajo perfil, precisamente por la incomodidad que me producen los gimnasios.
En estos lugares se establece una especie de conexión entre los presentes. Todos están ahí para ejercitarse, cualquiera que sea la razón por la que lo hagan. Todos sudan, se esfuerzan, sufren, beben agua en botellitas de Ciel o Bonafont, todos saben más o menos lo que hace el otro, hay una "hermandad" del físico, y hay quienes lo comparten más que otros. Eso es lo que me incomoda de los gimnasios, ese ambiente de cierta camaradería producto de un interés por músculos grandes. No soportaría hacer un amigo en el gimnasio porque probablemente lo único que nos uniría sería eso. Es por eso que elegí el bajo perfil.
Ese día en el gimnasio llegué y me subí a la bicicleta pa calentar. El espacio es reducido, así que para pasar a una bicicleta que sirviera, tuve que saltar como tres. Es divertido calentar mientras está la clase de aerobics o spin enfrente. La música es bien cliché de gym, electrónica movidona, de esos éxitos de finales de los 90s y principios del 2000, o de plano algo de reggaeton o David Guetta porque es lo de hoy. El punto es que todas las doñas y una que otra chava linda se coordinan bien chido. Siempre me han gustado las coreografías, tal vez porque yo no podría hacerlo, pero me gusta el hecho de la coordinación con ritmo y cierta cadencia.
Bajé de la bicicleta. Ese día me tocaba trabajar la espalda, y los aparatos para eso están inmediatamente a un lado de las bicicletas. Hice remos, y luego me iba a disponer a hacer jale de barra en polea, pero el aparato comprado en 1987 no tenía la barra que yo quería, y estuve buscando una barra con ganchito (porque la del cable no tenía ganchito). Estuve revisando varias barras y coloqué una de ellas en un rinconcito al lado de un espejo. Encontré por fin una barra con ganchito y se la puse al cable. Segundos después sucedió: la barra que había colocado hacía unos momentos resbaló y golpeó el espejo, el cual se rompió casi en tiempos, como si obedeciera las leyes del aerobics. Se estrelló; se cuarteó. Lluvia plateada y estruendo captatenciones. Casi lo disfruté; ese instinto de destrucción que todos llevamos dentro salió un poco en ese momento, sólo inhibido por el hecho de saberme responsable.
Todavía no estoy seguro de cuánto costará, es lo único que me preocupa.
Por cierto, era martes 13, y uno de los populares que recogió los muchos espejos se cortó escandalosamente (aunque no gravemente) la mano.
FML...