El domingo hace quince días que llegaba a Guanajuato y que subí al autobús para ir a mi casa, detrás de mí iba sentada una anciana, a quien se le unió un hombre que la conocía, al parecer amigo de su hijo. Este hombre, a lo largo de la plática que sostuvo con la señora, pronunció varias frases memorables, la mayoría refutadas por la mujer y mansamente retiradas por el sujeto. Dos estractos de este diálogo, los que me parecieron los mejores, se los dejo textualmente aquí:
"- ¿Y que onda con el Juan? De borrachote de seguro...
- No, hasta eso no mucho. ¿Ustedes sí son bien borrachos verdad?
- ¡No no! Nomás lo normal..."
"- ¿Y que onda con el Juan? De borrachote de seguro...
- No, hasta eso no mucho. ¿Ustedes sí son bien borrachos verdad?
- ¡No no! Nomás lo normal..."
"- ¿Y dónde está el niño?
- Está viviendo con su abuelita, pero ya me lo voy a traer.
- ¿Pero cómo le va a hacer si se va diario a Irapuato?
- Pues yo por eso ya me voy a traer a mi sobrina para acá, para que me cuide al chamaco..."
- Está viviendo con su abuelita, pero ya me lo voy a traer.
- ¿Pero cómo le va a hacer si se va diario a Irapuato?
- Pues yo por eso ya me voy a traer a mi sobrina para acá, para que me cuide al chamaco..."