lunes, 17 de marzo de 2008

¿¿¿De verdad de verdad te gusta alguien???

Dentro de las muchas pláticas de corte debate-argumentativo que he tenido con mis amigos guanajuateños, hubo una que no fue tomada mucho en cuenta por ciertas situaciones personales, pero que no por eso deja de tener importancia. Y el problema es: ¿Cómo sabes que te gusta alguien? Parece absurdo, pero no lo es, es un problema de lo más común.

El cómo sabes que alguien te gusta alguien ha sido experimentado por todos alguna vez, pero no pensado mucho, sólo sentido. Se hace evidente al experimentador cuando evoca la frase "estoy confundido(a)", y por lo regular se deja al tiempo que resuelva esta cuestión sin siquiera haber sido formulada.

Entonces yo pregunto: ¿Cómo sabes que te gusta alguien? Analicemos:

Primero, el término gustar en México (no sé si en otros países) aplicado a una persona puede significar dos cosas: 1.- Que esa persona te resulta agradable físicamente; 2.- Que se siente una especie de afecto o agrado especial por esa persona, sin llegar a cariño ni enamoramiento; digamos una etapa previa a este último, y obviamente antes de que surja una relación de noviazgo (normalmente se dice que a uno "le gusta bien"). Es este último punto al que me refiero en la pregunta que hago, es decir, ¿cómo sabes que alguien te gusta bien?

Habiendo aclarado el término gustar, pasemos a los hechos. Cualquier persona es gustable por principio, pero se va limitando el rango de personas, primero, por la orientación sexual, y luego, por los gustos personales específicos. Personas con ciertas características físicas y de personalidad nos llaman más la atención, variando de persona a persona. Y de igual manera, va a haber personas que tengan alguna de esas cualidades muy marcadas, otra persona con alguna otra cualidad predominante, otra con la mayoría de esas cualidades, y un largo etcétera con una cantidad inmensa de diferentes combinaciones que abre nuestro abanico de posibles buenos prospectos, y entre toda esta gente puede que lleguemos a conocer no sólo a una, sino a varias de ellas al mismo tiempo. Esto no es tan caótico como parece (al principio), ya que muchas veces no nos damos cuenta de que nos gustan esas personas.

Además, existe otro filtro que nos ayuda a limitar aún más el rango de prospectos: el atractivo físico. Es una verdad universal que la primera impresión se da por el aspecto físico, y juega un papel muy importante en que te pueda llegar a gustar una persona, sin embargo, no es decisivo ni indispensable. De hecho, puede llegar a ser el motivo del problema que estoy planteando. Al gustarnos alguien físicamente (como el primer tipo de gustar) puede que el atractivo llegue a ser tal que nos confunda y nos haga pensar que esa persona nos gusta bien. Incluso puede llegar a suceder tan rápido que es cuando se da el efecto de "amor a primera vista". Es hasta entonces cuando nos fijamos solamente en sus virtudes (pocas o muchas) y las hiperbolizamos, llegando un momento en que nos gusta bien... ¿O no? ¿Es en verdad esto que se siente, este agrado consecuencia de un gusto físico, gusto por alguien? ¿El gusto bien no debería ser un sentimiento natural fruto del conocimiento profundo de la persona y no sólo consecuencia de una atracción física? ¿O el gusto bien siempre viene precedido por el gusto físico?

Sinceramente, no creo que el gusto bien sea siempre consecuencia del gusto físico, ya que hay situaciones en las que sucede todo lo contrario: surge el gusto bien como consecuencia de conocer a una persona, y es hasta entonces cuando el gusto físico surge, siendo que antes no lo había. Con esto, podemos decir que el gusto bien siempre es consecuencia de una primera etapa, ya sea el conocimiento de la persona, o el gusto físico. Ahora, ¿este gusto consecuente es el mismo en los dos casos? ¿Uno es más válido que el otro? Y en tal caso, ¿cuál de los dos es el verdadero gustar bien?

En mi opinión, el más válido (y de hecho único) gustar bien es el consecuente de un conocimiento de la persona. Incluso en el caso de que haya primero gusto físico y luego el resaltamiento de las virtudes de la persona gustada, sólo puede haber gusto verdadero cuando se le conoce de verdad y no sólo detrás de este espejismo de pseudoenamoramiento hormonal. ¿Pero cómo diferenciar ese espejismo del conocimiento verdadero? He ahí el problema, y eso es algo a lo que, al final de todo este análisis, nos tenemos que chingar por descubrir.